sábado, 21 de junio de 2014

A Berenice

Hoy me caí de la bicicleta. Quiero que entiendas algo antes. Había, ya para entonces, errado el camino, subido, bajado, vuelto a subir a cachos, tres tramos de la Ruta 2 (1) y la Carretera 19. No diré que con el control perfecto en los recorridos, me delatan los múltiples moretones y rasguños (así pasa cuando lo citadino se cree montaraz) pero, insisto, en ninguno de esos días escribí la primera línea de esta entrada.

Hoy me caí de la bicicleta. El día anterior la había llevado a mantenimiento; bajar por montes desgastó los frenos, los radios estaban mal ajustados, el asiento mal puesto. Ese mismo día llegué al primer hostal (JBN, just be nice). Tenía -tiene- una vibra marianesca; es exactamente la suerte de lugar que me he imaginado en tus historias. Había pasado el día en el festival callejero (conocí mexicanos y chilenoitalianos en bandas suizoportugesas) y, al regresar al hostal me encontré con Francis the French.

Pronto me vi cenando un una corte de coincidencias. Mis roomies consistían de un Ciclista Belga que hacía mi ruta, pero en sentido contrario mientras leía una serie de fantasía -también en el sentido contrario-, una Filósofa Finlandesa que pareció tomar con más humor que compasión mi expectativa de conseguir la beca en Helsinki y el antes mencionado Francis de Francia, París “vecino” de Minerva. Juntos, a la mesa, tres extraños conversando en lingua franca me sentí joven. Por algunos segundos temí que sugiresen rentásemos juntos un auto para explorar tierras indómitas, pero no lo hicieron -¿tristemente?-.

Creo que la juventud no tiene nada que ofrecer, es por eso que le es tan fácil hacerse de amistades ligeras. El joven solo puede ofrecerse a sí mismo, ofrece hacer-palabra.

Divago. Hoy me caí de la bicicleta. El camino de Chur a Schaan es largo y hermoso. Combina la virtud del monte descendente y las vistas del Rhin flanqueado por las vías del tren y los senderos. Los primeros 10km baja de forma tan continua y tan decente que no es necesario pedalear por dos kilometros -exagero-. El Rhin no es una línea recta, pero así me lo parece: infinito y unidireccional en contraste con la cordillera sinuosa que lo rodea; una tajada limpia que abre el valle.

Cuarenta kilómetros más adelante, una vez cruzadas la mitad de las granjas de Suiza -del mundo- llegas al Younghostel International de Schaan. Tenía -tiene- una vibra marianesca, es completamente distinto al JBN y es exactamente la suerte de lugar que me he imaginado en tus historias. La recepción era más tarde. Las primeras horas las pasé solo, editando/escribiendo las primeras cartas. Coincidió que al terminar la tercera, llegase un grupo de quincuagenarios con un pastel en una bolsa y unos muffins de super en bandeja de plástico. Nos imaginé como grupo de viaje, fácilmente, en treinta años.

Te decía, hoy me caí de la bicicleta. Al terminar la tercera carta me levanté para limpiarme la rodilla que aún sangraba profusamente. Una de las señoras se levantó alarmada  “alles okay?” Sonrío un poco, “It´s nothing, really, thank you.”  Ya camina hacia su auto, “I can healp you, wait.” Sonrío de nuevo, pero una punzada en la rodilla me traiciona, “it´s not that bad really”. Desestima mi comentario con las manos y hace ademanes de vendaje. Su grupo, entretanto, pone la mesa para el picnic de repostería. Regresa con un botiquín y me lava la herida como si yo fuera un crío de cinco años; supongo que me sonrojo mientras agradezco de nuevo, desde la mesa alcanzo a escuchar “mothers will be mothers”.

La madurez no sabe ofrecerse; impone. Tal vez sea que la propia madurez es impuesta. El adulto sabe que el joven solo se tiene a sí mismo, por eso cuida con recelo, a veces torpemente, el vehículo del joven; ha olvidado que lo importante no es el cuerpo, sino la posibilidad de hacer-palabra.

Hoy me caí de la bicicleta. No había nada ni nadie; la carretera era pavimento limpio, a mi izquierda me cercaban espigas de pasto amarillo, a mi derecha me acompaöaba el río. El camino era recto, ni el menor asomo de curva. No sé qué pasó, de pronto me sentí rodar en el suelo, la rodilla, los codos, el pie magullado, vi detrás de mí la bicicleta volteada.


[15-06-14//18-06-14]

Pd. Lo lamento, vi la oportunidad y la tomé. Sigo prefiriendo tu historia, que será por siempre de mis favoritas.

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